jueves, 17 de abril de 2014

Una pequeña, pero espero, gran reflexión.

Y es por eso que aquí sigo,
junto a un libro inacabado, una inspiración que no llega.
El fuego de una chimenea,
que aunque enciende, no quema....
En la nada se queda.
El vacío de la sociedad es grande
aunque inmensa, desconoce lo extraño.
Porque es así como pasan las cosas,
porque sólo lo que se impone adquiere un rango.
Porque lo extraño, por serlo está condenado.
Un mundo donde la gente ni ve, ni quiere esforzarse por hacerlo.
Un momento de terrible verdad, acompañada de grande sufrimiento.
Porque cuando las cosas se descubren, y el peso de todo ello encierra un gran llanto,
a nadie gusta.
Porque no nos damos cuenta de que uno de los mejores tesoros del que disponemos es la mente.
Y la música, por supuesto:
Pues es ella, "ellas" quienes nos permiten pensar y cantar. Colocar de algún modo nuestros pensamientos. Aunque, como cualquier cosa, el uso prolongado de la mente puede ser desastroso, pero por ello hay que saber usarla.
Eso se aprende con el tiempo.
Sin embargo la música, que también nos ayuda a hacer lo mismo que la mente pero en forma de canción, de notas musicales, nos ayuda a entender las melodías de otros, a valorar las voces que las rodean, a enredarnos en cada una de sus sílabas, a saborear su composición, ese maravilloso ritmo que corre por nuestras venas.....

Es por ello que aquí sigo,
tratando de buscarle un sentido,
a ese fuego que se enciende sin quemar
A alguna voz que grita, pero sin poder cantar.

Tratando de conseguir acabar ese libro, cuya historia, un día dejé atrás.
Porque del pasado aprendemos,
del presente se vive....
Y el futuro, está por llegar.

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